Javier Milei es un hombre de decisiones tajantes. Un hombre dispuesto a romper con lo que parece incuestionable. Y si para conseguir un tratado de libre comercio con Estados Unidos tiene que sacrificar Mercosur, lo hará. Al fin y al cabo, ¿quién dijo que la política internacional debe seguir las reglas de siempre?.
En su última declaración en Davos, el presidente argentino dejó claro que no le temblaría el pulso para abandonar el bloque sudamericano si esa es la única vía para acceder a un acuerdo con la economía más poderosa del mundo.
— «Sí, podría hacerlo» — dijo Milei, pausando las palabras con la seguridad que da tener una visión firme. Pero rápidamente agregó, — «aunque hay formas de lograrlo sin necesidad de romper.» — ¿Será esta la jugada maestra de Milei o una apuesta arriesgada que podría costarle caro a Argentina?.
En la arena internacional, las movidas así rara vez pasan desapercibidas, y menos cuando la figura detrás de ellas es tan polémica como la del presidente argentino.
¿Un adiós a Mercosur?
Mercosur, ese bloque aduanero sudamericano que une a Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, ha sido durante años la base de las relaciones comerciales de Argentina en la región. Pero para Milei, que hace tiempo dejó claro que busca un modelo económico más global y menos atado a las limitaciones regionales, la unión suramericana parece una traba más que una oportunidad.
El tema con el Mercosur, según Javier Milei, no es tan sencillo como que Argentina decida simplemente irse. No, hay mecanismos dentro del propio bloque que podrían permitirle negociar acuerdos sin tener que dar un paso tan drástico. Pero el desafío está servido: ¿realmente podrá caminar entre las piedras sin caerse?.
El presidente argentino está dispuesto a tomar decisiones duras, y si de verdad considera que un acuerdo con Estados Unidos es la clave para el futuro de la economía argentina, ¿qué le quedaría por hacer? Los riesgos son palpables: Mercosur ha sido la estructura que ha mantenido a la región más o menos unida en términos comerciales, aunque, claro, algunos de sus miembros han demostrado tener intereses divergentes.
Pero una cosa es clara: Milei no va a jugar a la política tradicional. Al contrario, ha demostrado que es capaz de tomar el toro por los cuernos. — «Si hay que romper, se rompe» — parece decir su postura. Pero ¿de verdad quiere apostar por la ruptura en vez de la negociación?
Los logros de Javier Milei: ¿El camino hacia un nuevo orden?
El presidente argentino no es un hombre de medias tintas. Desde su llegada al poder, ha optado por una política económica de choque: devaluación del peso, recortes fiscales y un plan de austeridad que, a pesar de haber golpeado a los más vulnerables, empieza a mostrar resultados concretos.
Durante su segundo paso por Davos, tras un año de gestión, los resultados parecen darle la razón: la inflación se ha desplomado por debajo del 3%, un logro que parecía inalcanzable para una nación que venía luchando con una inflación descontrolada durante décadas.
— “La inflación está bajo control, el presupuesto es equilibrado y la economía comienza a sanar” —, se escucha decir a sus seguidores.
Y aunque el presidente tiene un ejército de economistas y asesores que respaldan sus medidas, la realidad es que este “éxito” tiene un costo humano: los cortes en los subsidios, los aumentos en los precios de los productos básicos, y el impacto en los sectores más pobres de la población no son menores.
En su intervención en Davos, Javier Milei no dudó en subrayar estos logros con una sonrisa desafiante. — «Occidente está en peligro», — dijo, aludiendo a la creciente polarización y a la crisis de confianza global. Y aunque muchos de los presentes en el foro internacional aplaudieron sus palabras, lo cierto es que los resultados económicos todavía tienen un largo camino por recorrer.
¿El peligro de un cambio demasiado rápido?
Laura Velásquez, una joven de Buenos Aires, es un ejemplo de los efectos que esta rápida transformación económica está teniendo sobre la sociedad. Al principio, su vida fue un caos: el impacto inmediato de la devaluación, la incertidumbre sobre los precios, y los recortes a los programas sociales que hacían más difícil llegar a fin de mes.
Pero ahora, según dice, la situación se ha calmado. Aunque los primeros meses fueron difíciles, la estabilidad económica ha traído consigo un cierto alivio. — «Todo está más tranquilo» —, comenta Velásquez. El comercio ya no está tan distorsionado, los precios no suben a diario, y la sensación general es que, aunque las dificultades persisten, el caos ha disminuido.
Sin embargo, su testimonio refleja la contradicción fundamental del gobierno de Javier Milei: ¿es esta calma una verdadera victoria o una ilusión construida sobre sacrificios dolorosos?
Un hombre de extremos
Milei es un hombre de extremos, y esa es la mejor y la peor parte de su figura. En el escenario internacional, su postura sobre el Mercosur refleja un enfoque que desafía el consenso regional, pero que podría ofrecerle a Argentina un acceso más directo a mercados globales.
La cuestión está en los costos de esa decisión. Porque, claro, los mercados globales no perdonan a quienes no juegan con las reglas de la diplomacia establecida. Y Argentina no tiene la misma capacidad de maniobra que las grandes potencias del mundo.
A nivel interno, las medidas de austeridad de Milei han sido seguidas por una caída de la pobreza en términos relativos (aunque no absolutos), y eso le ha ganado tanto admiradores como detractores. Mientras algunos aplauden la «curación» económica a largo plazo, otros lamentan el daño inmediato que han sufrido los más vulnerables.
La cuestión de si Argentina debe romper con Mercosur no es solo una cuestión técnica, ni tampoco una decisión meramente económica. Es un testimonio del estilo de liderazgo de Javier Milei, que parece dispuesto a tomar riesgos en su afán de «reparar» el país.
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