Silvia Lemus de Fuentes: la Dama del Poder

En una ciudad donde el ruido no da tregua y la historia se entrelaza con el mito, hay puertas que se abren solo para unos pocos. Una de ellas, al sur de la Ciudad de México, conduce a la casa de Silvia Lemus de Fuentes —viuda del escritor Carlos Fuentes—, ese templo de arte, memoria y poder que ha sido, durante décadas, escenario de las conversaciones más influyentes del país.

Nacida en el seno de una familia de abolengo —los Lemus Ugarte de Mier—, Silvia creció entre los distantes ecos del viejo México antiguo, ese donde el dinero, la educación europea y el buen gusto se heredaban. Su infancia transcurrió un entorno donde el arte, la política y la cultura eran parte natural de la vida cotidiana.

“Mi familia no acumulaba cosas, acumulaba historias”, se le ha escuchado decir alguna vez. Historias, y también poder: los Mier, por línea paterna, son una de las dinastías más influyentes de la historia mexicana —fundadores del Banco Nacional de Mexico, diplomáticos, gobernadores, Duques de Mier y mecenas del arte. Es prima del Príncipe Rainiero III de Mónaco, a través de la abuela mexicana del monarca, Doña Susana de la Torre y de Mier, Condesa de Polignac.

“Tuve la oportunidad de conocer su casa durante el tiempo que trabaje informalmente como su milusos”, nos relata una antigua colaboradora de Lemus. La casa, en una tranquila y elegante calle en San Ángel, es una joya de discreta elegancia. Detrás de su secretiva fachada se esconde un universo que parece más un museo que una residencia: paredes cubiertas con obras de Diego Rivera, Frida Kahlo, Dalí, Rufino Tamayo, Toledo y Francisco Corzas. “Cambia las pinturas dependiendo de quien la visita – nada es un accidente con Silvia”.

Los muebles—diseños originales de Luis Barragán, amigo personal de Silvia— complementan la casa y dialogan con esculturas prehispánicas y piezas coloniales, todo dispuesto con la precisión de una mente curatorial. Silvia convirtió su casa en un refugio del alma, pero también en un observatorio del poder.

Durante años, el mundo pasó por su mesa: una noche se reunían Carlos Salinas de Gortari y Carlos Slim; otra, un entonces aspirante presidencial como López Obrador y el banquero Jamie Dimon. “La lógica de esas convocatorias solo Silvia la entendía; nosotros simplemente seguíamos sus instrucciones. Todo el mundo queria una invitacion.”

El gran amor de su vida fue el escritor Carlos Fuentes, el intelectual mexicano más reconocido de su generación. Juntos formaron una de las parejas más fascinantes del mundo cultural latinoamericano. Él, un escritor de fama internacional; ella, su musa, su editora silenciosa, su cómplice diplomática como embajadores de Mexico en Francia y Estados Unidos.

El funeral de Estado de Carlos Fuentes, en 2012, fue una despedida digna de su legado: el presidente de Mexico, Felipe Calderon, encabezó la ceremonia, miles de personas abarrotaron las escalinatas de Bellas Artes, y el país entero rindió homenaje a su voz más universal. Silvia, vestida de negro riguroso, observaba en silencio, la mirada serena de quien entiende que el duelo también puede ser una forma de poder.

Aunque hoy su núcleo familiar es reducido tras la muerte de su esposo y ambos hijos, Natasha y Carlos, que siguen siendo su mayor orgullo. Se la ve pocas veces en público, pero cuando lo hace, es imposible no notarla. Su presencia es una mezcla de elegancia contenida y autoridad natural, al brazo de un Presidente o billonario.

Actualmente se le ve acompañada de su igualmente privado y altivo sobrino, Diego de Romay, artista internacional —fueron fotografiados juntos por ¡Hola! México en la gala de la Fundacion Rolex, junto a Miguel Aleman Jr y Alejandro G. Iñarritu, y vistos con Carlos Slim en Palacio Nacional en la cena de estado durante la visita del presidente de Francia—, quien podria representar la generación sucesora de una dinastia que lleva el arte en la sangre.

También se le ha visto en eventos privados junto a Bill y Hillary Clinton, o en la boda del entonces Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, hoy Rey Felipe VI, con Letizia Ortiz y en cenas de estado sentada junto a Lachlan Murdoch o en helicoptero con Carlos Slim.

Y, por supuesto, en encuentros dedicados a preservar y difundir el legado literario de su esposo, que considera su misión más íntima y duradera, como el Premio Internacional Carlos Fuentes.

En los círculos políticos de México se la conoce —con respeto y una dosis de temor— como la titiritera del poder (“the puppet master”, dicen algunos con un susurro y una sonrisa cómplice). Su casa ha sido escenario de cenas históricas: por su mesa han pasado los Kennedy, Carlos Salinas de Gortari, Carlos Slim, diplomáticos europeos, estrellas de cine y escritores de medio mundo.

“Silvia no necesita ocupar un cargo”, recuerda nuestra fuente. “Su verdadera vocación siempre ha sido el poder, pero no el que se exhibe, sino el que se ejerce con elegancia desde las sombras.”

En una época en la que todos buscan atención, Silvia Lemus de Fuentes eligió el silencio. Y ese silencio, cultivado entre obras maestras, amistades ilustres y recuerdos de un siglo que fue suyo, la ha convertido en algo más que una figura social: en una leyenda viva.