La mirada de la comunidad científica se posó sobre la sonda Parker Solar Probe de la NASA este martes, día que marcó un antes y un después en la exploración espacial. El vehículo, construido con la delicadeza de un relojero experto, decidió internarse más que nunca en la atmósfera solar. No hay registro previo de algo similar.
— Rompió récords y desató un nuevo capítulo de estudio sobre el astro que da vida a nuestro planeta —. A continuación se exponen los pormenores y el trasfondo de un suceso que muchos califican como uno de los hitos más audaces de la NASA.
La hazaña inicia en 2018
Hace poco más de cinco años, la agencia estadounidense lanzó la sonda Parker con la promesa de desentrañar detalles del Sol que, hasta entonces, se observaban con prudencia y distancia. El objetivo no se limitaba a la mera curiosidad.
Las tormentas solares, el viento interestelar y la actividad eruptiva de la corona influyen en la vida cotidiana de los habitantes de la Tierra. Interrupciones en redes de energía, fallas en satélites y efectos en señales de radio figuran entre las consecuencias que un sistema solar hiperactivo puede ocasionar.
El martes, en un instante que podría situarse a las 06:53 hora local, la sonda de la NASA se aproximó a la estrella con tanta osadía que sufrió temperaturas de más de 930 grados Celsius en su escudo térmico. Esa barrera, diseñada en laboratorios de alta tecnología, se compone de paneles de carbono y materiales cerámicos que deslumbran por su efectividad.
— Mientras el exterior se retuerce ante el calor, el interior conserva una temperatura cercana a los 29 grados Celsius —, una paradoja que solo la ingeniería aeroespacial moderna puede explicar con serenidad.
Un silencio temporal
Esa proximidad al Sol trae consigo una peculiaridad: la comunicación con la sonda se suspende por varios días. El calor, los campos electromagnéticos y las partículas cargadas interfieren con las señales, cortando el diálogo entre la nave y la Tierra.
El equipo de investigadores debe esperar hasta el viernes para confirmar el éxito del sobrevuelo y recopilar los datos. La tensión durante ese lapso es real: nadie desea perder la sonda a mitad de la hazaña. El corazón late al ritmo de la incertidumbre mientras el Sol ejerce su influencia sobre el silencioso mensajero.
Mike Sarafin, parte del equipo de supervisión, manifestó en declaraciones breves que el proyecto encarna la esencia de la NASA. Insistió en que aventurarse a niveles extremos forma parte de la naturaleza humana cuando se busca descifrar misterios astronómicos.
Otros científicos, aludidos por la prensa, recalcan la importancia de este recorrido para entender el viento solar, es decir, el flujo de partículas subatómicas que se desprende de la corona y viaja a enormes velocidades por el sistema.
Ese fenómeno, tan cotidiano en la escala cósmica, todavía oculta claves sobre su potencia y su interacción con campos magnéticos planetarios.
El escudo que roza la proeza
El escudo térmico no actúa solo como protección frente a temperaturas de infarto. Cumple un papel fundamental en permitir que los instrumentos de la sonda cumplan su tarea, sin ser destruidos por la furia solar. Entre ellos, destacan varios sensores diseñados para medir la densidad del plasma, la intensidad de las ráfagas y la composición del viento solar.
Sin estos dispositivos, la aventura carecería de sentido. El material cerámico combina firmeza y liviandad, un binomio difícil de lograr. — La NASA invirtió años en ensayos con hornos y simulaciones que intentaban emular el entorno solar — .
Se recurre a técnicas de fabricación que bordean la ciencia ficción, con la intención de que la sonda desafíe la presión y la radiación propias de una corona en ebullición.
Un vistazo a la velocidad vertiginosa
Alcanzar el punto más cercano no ocurre en cámara lenta. La Parker Solar Probe viaja a 690,000 kilómetros por hora, veloz al punto de cubrir en menos de un minuto la distancia entre Washington y Tokio. Ese frenesí de movimiento resulta de la fuerza gravitatoria del Sol, convertida en una especie de asistente que impulsa a la nave en su trayectoria.
Cada órbita la acerca más y más al astro, incrementando la dificultad de la misión. El director adjunto del proyecto, Dalvin Cross, describió la escena con cierto aire poético: ( “Para Parker, el Sol no es un objeto distante en el firmamento, es una presencia tan cercana que lo obliga a reinventar nuestra idea de calor y velocidad” ).
Estas palabras reflejan la admiración con la que el equipo de la NASA contempla la valentía de la sonda. Aunque suene abstracto, la velocidad es un factor decisivo para mantenerse en una órbita controlada y no caer dentro de la estrella, donde nada podría sobrevivir.
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