La historia de las migrantes a Estados Unidos violadas no es nueva, pero lo preocupante es precisamente que siga ocurriendo. Estas mujeres salen de sus países de origen en búsqueda del sueño americano, pero en su camino les aguarda el hambre, el miedo, la muerte y la violencia.
La mayoría de estas mujeres inmigrantes vienen de Honduras, Guatemala, El Salvador, México, e incluso Venezuela. En su paso deben recorrer al menos 5 mil kilómetros para llegar a la frontera entre México y Estados Unidos.
El problema es que ser violadas es para algunas mujeres el precio del pasaje, lo cual callan para poder llegar a su destino. Además, a esta agresión se suma que por su situación de migrantes irregulares, no son atendidas en los hospitales públicos. Por tanto, dependen de organizaciones para obtener cualquier tipo de método anticonceptivo o tratamiento psicológico.
La ONG de Médicos sin fronteras son los que han denunciado la violencia sexual que denuncian que se ha incrementado con el paso de los años. De hecho, declararon que tan solo el año pasado atendieron 61 casos directos de agresión sexual. Igualmente, tuvieron al menos 3.200 consultas concernientes a salud sexual.
El primer reto de estas mujeres comienza desde las puertas de los hospitales, pues cuando los guardias escuchan el acento de estas mujeres, no les dejan ingresar. En el caso de las que consiguen avanzar, se encuentran con que los encargados de los archivos les dan un trato insensibilizado o poco empático. Finalmente, el personal médico les llegan a atender de mala gana, brindando una atención deficiente.
Lo ideal sería brindar una atención primaria a las mujeres violadas en las próximas 72 horas, a fin de prevenir el embarazo. Sin embargo, las migrantes a Estados Unidos violadas no suelen tener tanta suerte, pues es difícil para la organización llegar a ellas. De hecho, este es el más grande reto, así como la contención de las enfermedades de transmisión sexual a las mujeres abusadas.
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